sada y yo
[recuperando aquel viejo post donde prometía hacer "covers", versiones apropiadas, de diversos textos relativamente conocidos, aquí un primer intento: el original seguro que algunos lo reconocerán. Por supuesto, lo que no prometí fue hacer textos buenos, son meros ejercicios]
Al otro, a Sada, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Guanajuato sin razón fija, quizá porque cada día tengo menos certezas para cuidar en mi casa. De Sada sé poco o casi nada: tan solo que ha aparecido en algún programa de tv y que ha escrito un único libro. Me gustan las vocales francesas, los libros de arquitectura, el metro, el piano de John Zorn, el olor del pelo sin lavar, y la sociología de Pierre Bourdieu. El otro sabe bien todo esto, y he descubierto que me sigue las huellas: se ha dedicado a contradecir cínicamente las circunstancias más profundas de mi identidad. No puedo negar que en esta persecusión no haya cierto morbo: yo camino por estos callejones sin fin para que Sada desande mis pasos, y ese movimiento nos convierte en una sola figura descentrada, indeterminada. No voy a negar tampoco que su literatura me es incómoda, acaso porque detrás de la letra ejecuta su libertad dejándome solo. Por lo demás yo he optado por desaparecer silenciosamente, y quizá después de eso no seamos ni recuerdo de nadie. Tomo mi pasado y de tajo lo arranco, y sé que al verme haciendo ésto él ríe y silba una tonada que me vuelve loco. Edward Witten ha explicado que la materia del universo está compuesta por cuerdas cuya vibración compone el orden de todas las cosas: una melodía cósmica cuyas notas son equivalentes en determinados momentos: yo soy una composición que se repite en otros espacios en una escala más grave o más aguda. Yo recorro un sendero que conduce hacia mi desaparición, y esa desaparición coincide con la presencia más dilatada de Sada. Eso, si de verdad existe alguno de los dos. Hace años que he pensado pararme frente a un espejo para ver en el reflejo el final del trayecto que el otro recorre. Y sin embargo estos callejones no tienen fin y llegar a un espejo es recomenzar un camino paralelo, ya recorrido por Sada o quizá por mí. Así, apenas logro concluir: que yo vaya significa que Sada viene.
Comentarios
un gustazo ver lo que haces y en lo que andas pensando, yo sabía que trabajas narrativa (que por cierto a ver si vas mandando unos cuentos) pero he leído muchas cosas por aquí y mucho me ha gustado.
nos andamos viendo.