Poesía y multimedia

La búsqueda de innovación formal en las artes la ha acercado continuamente a las nuevas capacidades técnicas y tecnologías disponibles. Uno pensaría que, en un mundo ya bastante habituado a los medios digitales, sería posible enumerar algunas obras importantes, hechas en estos medios, que representaran un hito en las expresiones artísticas. No es tal el caso.

Literatura hipertextual[1], poesía digital, poesía multimedia, hiperpoesía, y otros nombres similares, no son considerados como objetos literarios, aunque su materia fundamental siga siendo la palabra. El soporte, al menos en este caso, distingue a este tipo de expresión. En esta breve participación trataré de hacer una reflexión en torno a este tipo de “literatura”, tomando para ello algunos comentarios que Octavio Paz hizo al respecto en su libro La otra voz.

La poesía es un arte hermanado con la música: las cualidades del lenguaje son, primeramente, sonoras: y de esas cualidades la poesía construye imágenes mentales, y al mismo tiempo, figura una melodía. En los orígenes de las civilizaciones la poesía estaba unida a la música: el poema se cantaba o recitaba, y hombres y mujeres se reunían a escuchar embelesados al poeta, aedo, rapsoda, trovador o juglar.
La escritura es una creación segunda, un segundo momento de la palabra. Pero desde la invención de la imprenta y la más intensiva difusión del libro, la palabra escrita triunfó sobre la palabra hablada.
Por otro lado, en parte debido a la mundialización, la tecnología y los hábitos económicos, las sociedades contemporáneas no poseen ya la paciencia de sociedades pasadas: el vértigo, lo instantáneo, lo fugaz, son considerados rasgos distintivos de nuestro modo de vivir el tiempo. Pero también, con la omnipresencia de los medios de comunicación, los medios digitales y electrónicos, y la fuerza que se le ha dado a la imagen, sensibilidad contemporánea es mucho más visual, más plástica.
Situados en esta perspectiva, es fácil comprender -o al menos observar- por qué los medios digitales se han constituido en una forma recurrida que da cuerpo a las expresiones poéticas y artísticas contemporáneas. Mediante la computadora se puede lograr una escritura que sea a la vez sonora y visual: doble aspecto que no pocos poetas han querido conjugar.

Al respecto de la poesía en los medios electrónicos quisiera rescatar una reflexión que Octavio Paz hizo en su libro La otra voz. En este libro -uno de sus últimos escritos- fechado en 1989, Paz aborda la doble tradición poética: la sonora y la gráfica.
“Al principio, la poesía fue oral: una columna que asciende y que está hecha de versos, es decir, de unidades verbales rítmicas que aparecen y desaparecen, una tras otra, en un espacio invisible hecho de aire.”

La poesía en sus orígenes se ha perpetuado gracias a la comunicación oral y la melodía: son expresiones que permitían la fácil memorización y transmisión, además de que conservaba así su profundidad religiosa y mítica.
Pero, como dije antes, la escritura permitió otra forma de transmisión de la palabra: ya no colectiva sino personal. El escenario de la poesía se transformó y dejó de ser un acto comunitario para residir en la intimidad de la página.
Dice Paz:
“Las dos tradiciones [oral y escrita/sonora y gráfica] han tenido desarrollos paralelos, aunque se enlazan y cruzan constantemente... Hay momentos en que a la poesía escrita se ha añadido un elemento visual: caligrafía de una cierta lengua, manuscritos iluminados, poemas y libros ilustrados por grandes artistas, tipografías insólitas. Uno de los momentos más altos de esta tradición, en la época moderna, es Un coup de dés, de Mallarmé.”

El aspecto gráfico o visual de la poesía no se ha restringido a la ilustración que la acompaña. Mallarmé, en su poema, persigue una comunión de lo dicho y lo oído: su poema es al mismo tiempo un mapa de imágenes sobre la página en blanco y una partitura.

En otra parte del texto, Octavio Paz subraya que es en la poesía más que en la narrativa en donde la unión entre sentido y sonido es más sustancial. Pero líneas más adelante, Paz se aventura a una reflexión de cierto matiz profético.
El escritor ve en la pantalla un terreno fértil para nuevas aventuras poéticas. Desde luego, para la fecha en que Octavio Paz escribe estas líneas, la computadora apenas comenzaba a comercializarse y no existían los softwares o programas necesarios para lograr lo que más adelante hablaremos.
Continúo con el texto de Paz:
La pantalla es una página favorable, incluso por sus dimensiones, al diseño de composiciones no menos sino más complejas que la ideada por Mallarmé. Además, las letras aparecen en distintos colores y, diferencia sustancial, en movimiento. Por otra parte, la página se transforma en una superficie animada, que respira, transcurre y cambia de un color a otro. Al mismo tiempo, la voz humana, mejor dicho, las voces, pueden enlazarse y combinarse con las letras. Por último: las imágenes visuales y los elementos sonoros, en lugar de ser meros adornos, pueden transformarse en partes orgánicas del cuerpo mismo del poema.

Personalmente, disfruto leyendo estas líneas de don Octavio: lo imagino fascinado, seducido por las posibilidades de la tecnología de su tiempo: “Las dificultades son enormes -dice Paz- confieso, por mi parte, que ando a tientas, pero también son inmensas las perspectivas que poco a poco se abren.”
La expresión literaria en pantalla pondría en juego una triple sintaxis: sonora, gráfica y lingüística. Mallarmé, en el prefacio a Un lance de dados, advierte la incidencia del soporte que guarda lo escrito sobre el significado de eso escrito: el papel y su aparente insignificancia, es para Mallarmé una parte constitutiva de la impresión estética que el poema busca lograr. Lo dice así
“El papel interviene cada vez que una imagen empieza o acaba, aceptando la sucesión de otras imágenes... La ventaja literaria, si es que tengo derecho a decirlo, de este espacio que reproduce al que separa mentalmente los grupos de palabras, o las palabras entre sí, es que después parece acelerar o retardar el movimiento, dándole métrica e insinuándolo mediante la visión conjunta de la Página.”[2]
Mallarmé ve en la disposición espacial de las palabras una otra manera de dar cadencia al poema. Pensemos que estas posibilidades, en pantalla, pueden adquirir no sólo movimiento, sino forma, mutación, color, sonido. Esto es precisamente lo que vio Octavio Paz como posibilidad, y que él mismo intentó reproducir en papel en su poema Blanco.
Pero, en mi opinión, hay todavía otro poema de Paz que se prestaría a una ejecución semejante: Renga, poema compuesto a cuatro manos, con las formas combinadas del No Renga y del soneto. No hace mucho, un colectivo artístico de Guanajuato intentó llevar este poema a la pantalla, realizando simultáneamente las lecturas en 4 lenguas. ¿Qué hubiera pensado de estos intentos Octavio Paz?
No es una respuesta, pero la siguiente cita de La otra voz, expresa muy bien el optimismo del poeta:
“Muy pronto, estoy convencido, podrá satisfacer la doble condición del placer estético y de la experiencia poética: la fiesta y la contemplación. En el poema venidero, oído y leído, visto y escuchado, han de enlazarse dos experiencias: sobre la página animada de la pantalla, la tipografía será un surtidor de signos, trazos e imágenes dotadas de color y movimiento; a su vez, las voces dibujarán una geometría de ecos y de reflejos, un tejido de aire, sonidos y sentidos enlazados.”


Hoy en día, gracias a softwares o programas es posible crear poemas cuya gramática sea triple: sonora, gráfica y lingüística. Hay, por supuesto, obras que por ser pioneras valdría nombrar. El grupo Young -Hae Chang Heavy Industries produce en línea textos con alteraciones tipográficas acompañados de una banda sonora. En México, Sergio González Rodríguez publicó en 2005 El plan Schreber, un libro acompañado por un dvd interactivo; el libro, al decir de las reseñas que me fue posible encontrar, consiste también en un intento de novela fragmentaria, donde intercalan géneros, voces, y argumentos.
Al respecto, valdría decir algo acerca del caso de la literatura hipertextual: el hipertexto parece ofrecer al lector una forma de lectura que el papel no puede ofrecer. Sin embargo, el optimismo de esta literatura hipertextual, que nació más o menos hacia las fechas en que Paz escribía su libro (1987-1989), fue pasajero: el formato narrativo rápidamente ha agotado sus posibilidades.
Hasta ahora, ni la “poesía digital”, ni la literatura hipertextual, ni ninguna de las formas literarias-digitales, ha colocado una gran obra en la constelación de las grandes obras consagradas. No se ha conseguido, contrario a lo que Paz imaginó, nada que no se haya logrado antes y mejor en papel. Gonzalo Soltero, en un reciente artículo de La Tempestad, decía que la “Lectura electrónica privilegia la inmediatez sobre la profundidad. En el ciberespacio hay más lectores pero menos lectura.”
Mi opinión es que esa gran obra en donde se combinan literatura y medios “multimedia”, aún no ha llegado, en parte por culpa de los lectores y los escritores. Enfrentados con la inmaterialidad de las obras que uno puede encontrar en internet, es difícil que el lector conserve ya no digamos un poema de tal naturaleza, es difícil incluso que “guarde el link”. Reticentes a, o ignorantes de los nuevos programas computacionales, el escritor promedio desecha el reto de cultivarse en la programación digital y la computación, y se mantiene seguro en su hábitat natural: la pluma y el papel. Y sin embargo, cada día todos nosotros somos mejores lectores de esa virtualidad.
Finalmente, me gustaría llevar el tema hacia otra dirección: Octavio Paz destaca que con la aparición de la Generación Beat y música popular como el jazz, las lecturas públicas -al menos en EU e Inglaterra, se popularizaron no sólo en cafés y bares, sino en universidades. En la actualidad, las lecturas públicas -en México- no son, como podríamos pensar, raras. Paz acierta en traer a colación este dato porque nos lleva a pensar que, si la literatura meramente digital tal vez no tenga mayor mérito que el uso y la experimentación técnica, la comunión de experiencias es mayor trasladada a la lectura pública. Colectividad reunida, palabra comunitaria, son incluso motes de la convivencia virtual. En este sentido, uno de los proyectos más interesantes es el Taller de la Caballeriza, del DF, que ha partido primero de la lectura tradicional acompañada de elementos sonoros y visuales aleatorios, para crear “lecturas” colectivas donde cada elemento deja de ser azaroso, y logra, como lo expresaba Mallarmé en el prefacio a su poema: un empleo descarnado del pensamiento, con sus contracciones, prolongaciones, huidas o su dibujo mismo.
Si el poeta busca formas y ritmos acordes al lenguaje y vida de su época, no sería descabellado pensar que aquí hay una posibilidad pendiente por (bien) explorar. No digo, desde luego, que deba seguirlos como modelo. Simplemente que esta otra forma de escuchar y leer literatura todavía está pendiente por dar sus mejores frutos.
[1] En su sentido informático ordinario: un texto que conduce a otro mediante un hipervínculo o “llamada”. En un documento digital, la parte que conduce a un segundo documento se llama nodo, a través del enlace o ruta que llama al segundo documento.
[2] Stéphane Mallarmé, Un golpe de dados, ver. de Agustín Osacar Larrauri; Estudio preliminar de Eugenia Cabral; Babel Editorial, Córdoba, Argentina, 2008.

[1] En su sentido informático ordinario: un texto que conduce a otro mediante un hipervínculo o “llamada”. En un documento digital, la parte que conduce a un segundo documento se llama nodo, a través del enlace o ruta que llama al segundo documento.
[2] Stéphane Mallarmé, Un golpe de dados, ver. de Agustín Osacar Larrauri; Estudio preliminar de Eugenia Cabral; Babel Editorial, Córdoba, Argentina, 2008.
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